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Leer y vivir

Columna publicada el 25 de enero de 2021 en El Heraldo

La lectura es una actividad esencial para la formación humana e intelectual de las personas y es un medio para acceder al conocimiento. Es un proceso cultural inagotable, irreductible y lleno de virtudes. Leemos para conocer, para informarnos, para aprender, para relacionarnos, para divertirnos, en fin… pero, además, gozamos de otros múltiples beneficios que  produce esta actividad, como el fomento de la concentración, el acrecentamiento cultural, el enriquecimiento del léxico e, incluso, la prevención de enfermedades neurológicas degenerativas.

A juicio del neurocientífico francés Stanislas Dehaene, autor del libro ‘Les neurones de la lecture’, “el cerebro es una máquina muy particular, de hecho es mucho mejor que las máquinas relativas a la inteligencia artificial”, y herramientas como la educación, la lectura y las matemáticas nos permiten potenciarlo desde los primeros años de vida.

Establecer la lectura como hábito no solamente es apasionante y grato sino que influye en la construcción del pensamiento, el desarrollo de la personalidad, la formación de competencias, la culturización y la salud mental.

En Colombia se mantiene latente el reto de incrementar los niveles de lecturabilidad pues, según la Encuesta Nacional de Lectura de 2017, en promedio un colombiano lee 2,7 libros al año, frente a los 4,5 de Argentina o los 5,4 de Chile. Datos más recientes, publicados por el DANE el año anterior en la Encuesta de Consumo Cultural, indican que en 2020 el promedio de libros leídos por las personas en el rango de 5 años y más en Colombia fue de 3,8.

Uno de los países con más alto nivel de lectura anual es Finlandia, con 47 en promedio por persona; de hecho, habitualmente se destaca en las pruebas internacionales en lectura, matemáticas y ciencias.

Valoro en grado sumo cómo el nobel Mario Vargas Llosa resume la importancia de la lectura al señalar que “quienes hemos sido deslumbrados por algún libro podemos decir que son experiencias insustituibles. Por eso es importante que en las nuevas generaciones la lectura siga viva, o el mundo será un lugar muy pobre”.

Pero no es simplemente leer sino lograr la plena comprensión lectora, necesaria tanto en el ámbito académico como en la vida cotidiana, que genere en nuestro cerebro un valle fértil donde interactúen el conocimiento y el pensamiento crítico. La escritora Isabel Solé plantea que “ese potencial solo se concreta cuando el lector participa en situaciones que le exigen ir más allá del texto dado y adentrarse en su análisis, contraste y crítica”.

Sin duda, la lectura es un inmenso placer con efectos altamente positivos en nuestra madurez intelectual, y no hay mejor forma de promoverla entre los más pequeños que con el ejemplo. Si los mayores, en casa, nos interesamos por leer y promovemos espacios estimulantes para hacerlo, seguramente los menores nos emularán y gozarán de los beneficios de esta imprescindible práctica que los abrigará durante el resto de la vida y les brindará compañía permanente y sabiduría.

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