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Destruyendo el nido

Columna publicada el 15 de noviembre de 2021 en El Heraldo

La urgencia de disminuir los gases de efecto invernadero está más que sobrediagnosticada y, en esa misma medida, han sido reiterativos los pronunciamientos y compromisos de importantes líderes mundiales y las Naciones Unidas para bajar sus niveles hasta completar la necesaria meta de cero emisiones netas de carbono a la atmósfera. Aunque ya se hablaba del tema años atrás, desde los años 90 (Cumbre de la Tierra, Río de Janeiro, 1992) se celebran encuentros con amplia presencia de países, que copan los titulares de la prensa con los planes sobre inversiones en tecnología e infraestructura y plazos para la reducción, pero, contrariamente, los gases de efecto invernadero han seguido contaminando la atmósfera, incluso en niveles récord, poniendo al planeta en grave riesgo de sostenibilidad.

Tanto las grandes potencias como Estados Unidos y China, principales generadoras de contaminación, como las economías emergentes, entre las cuales están India y Brasil, producen cada día más emisiones, acelerando el aumento de la temperatura de la tierra. Se calcula que las emisiones globales de carbono aumentaron este año el 4,9 %, respecto a 2020, de acuerdo con Global Carbon Project.

El Acuerdo de París, uno de los más importantes, estableció como objetivo conjunto que a finales del siglo XXI el calentamiento global no pasaría de 1,5 °C, sin embargo, seis años después de este pacto de 197 países, estamos ad portas de esa cifra por las crecientes emisiones industriales, con 1,2 °C de incremento. Las repercusiones están a la vista: sismos, inundaciones, olas de calor, aumento del nivel del mar, etc., además de los perjuicios en la salud humana y en la naturaleza. 

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP26, que terminó el viernes pasado en Glasgow (Escocia), ha sido calificada como la última oportunidad para evitar la debacle ambiental. Se destaca, como uno de los principales resultados, el compromiso conjunto de Estados Unidos y China para reforzar las acciones climáticas al reconocer una "brecha entre los esfuerzos actuales y los objetivos" del Acuerdo de París. Asimismo, 100 países acordaron reducir las emisiones de metano en un 30 % a 2030 y fue suscrito un pacto para reducir la producción de carbón, industria con gran impacto en la deforestación, entre otros.

Resulta paradójico e indolente que mientras crecen de manera sostenida los presupuestos espaciales de los países desarrollados —en 2020 superaron los USD 82.000 millones —, dirigidos a la exploración de otros planetas que puedan ser habitables a futuro, se persista en promover la destrucción del nido natural de la humanidad, negándose al compromiso pertinente y al aporte de los recursos necesarios para la disminución de la contaminación y la restauración de los daños atmosféricos causados. 

Para solventar esta compleja crisis ambiental se requiere menos demagogia, el cumplimiento estricto y verificable de los acuerdos y más acciones concretas que prioricen la protección ambiental global; el planeta no nos concederá nuevos plazos.

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