Columna publicada el 31 de octubre de 2022 en El Heraldo

A una semana de la realización de la cumbre de líderes mundiales que medirá los avances en los objetivos climáticos globales en el marco de la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático, el panorama del medioambiente es crítico y desalentador. Hasta ahora son limitados los resultados de los esfuerzos mundiales para la mitigación del cambio climático.

Los informes de Naciones Unidas dan cuenta de que, si bien los países están disminuyendo las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, aún no hay una reducción que provoque el impacto requerido. La meta de limitación del aumento de la temperatura global a 1,5 grados al final del siglo está lejos de lograrse, como se pactó en el Acuerdo de París. En cambio, se prevé que se supere la cifra crítica de 2,5 grados, lo que supone gravísimas consecuencias para el planeta.

La quema de combustibles fósiles es la principal fuente de emisiones contaminantes y, junto a la sobreexplotación de otros recursos naturales, tiene a la sociedad padeciendo por el aumento de la temperatura, el deshielo de los polos, el ascenso del nivel y de la acidez del mar, incendios forestales, sequías, deslizamientos, inundaciones, descongelamiento de la capa de permafrost, la erosión costera, entre otros efectos, que, pese a que golpean a todos, impactan de manera más agreste a las poblaciones pobres.

Esta delicada temática fue analizada la semana anterior en la Universidad Simón Bolívar, durante el Encuentro Internacional ‘Ciudades costeras: desafíos frente al cambio climático’, organizado por dicha alma mater y el Grupo de Universidades Iberoamericanas La Rábida, integrado por 81 Instituciones de Educación Superior de 16 países, para contribuir a la discusión y la implementación de acciones para combatir el cambio climático y promover el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, sin desmedro del crecimiento económico, ya que es posible generarlo y combatir simultáneamente el fenómeno ambiental. 

En una contribución al trabajo de la Alcaldía para el mejoramiento de las condiciones ambientales en Barranquilla, que tiene la doble condición de costera y ribereña, la Universidad Simón Bolívar puso a su disposición el Centro de Investigación e Innovación en Cambio Climático y Biodiversidad, Adaptia, a través del cual se proporcionará respaldo científico al ecoparque de la Ciénaga de Mallorquín, que hace parte del macroproyecto de la Biodiverciudad. 

La gravedad de la erosión costera es tal que se estima que hacia el año 2100 unos 680 millones de personas perderán las áreas donde estaban asentadas. El planeta necesita, con carácter urgente, acciones inmediatas y eficaces para mitigar las consecuencias de un cambio climático cuyos autores somos nosotros, como humanidad. Debemos concientizarnos de nuestra responsabilidad de suplir las necesidades del presente sin comprometer el derecho de las futuras generaciones de satisfacer sus propias necesidades y tener un buen vivir.