Lea aquí la columna publicada el 16 de octubre de 2023 en El Heraldo

Las terribles noticias de personas conocidas o de allegados afectados por la devastadora patología del cáncer son, cada día, más habituales, causándonos más dolor cuando son niños y jóvenes, por lo ilógico de la relación juventud-enfermedad-muerte. El cáncer, históricamente, ha sido más frecuente en adultos mayores de 50 años, pero en los últimos años la prevalencia de cáncer de inicio temprano ha venido aumentando en todo el mundo.

El estudio ‘Tendencias mundiales en incidencia, muerte, carga y factores de riesgo de cáncer de inicio temprano de 1990 a 2019’, dado a conocer recientemente por la revista BMJ Oncology, concluyó que la incidencia mundial de cáncer de inicio temprano (en menores de 50 años), creció en un 79,1 %, mientras que el número de muertes por cáncer de inicio temprano aumentó en un 27,7 % en el periodo citado, es decir, prácticamente en tres décadas. 

Entre los resultados de la investigación se destaca, además, que los cánceres más mortales en 2019 fueron de mama, traqueales, bronquiales y pulmonares, estomacales y colorrectales de inicio temprano. Otra grave conclusión de la investigación es que se proyecta que la incidencia y muertes a causa del cáncer entre adultos jóvenes crecería un 31% y 21% en 2030, respectivamente. 

“En comparación con el cáncer de inicio posterior, el aumento del cáncer de inicio temprano tiene ramificaciones personales y sociales significativas”, señala el estudio. 

Tristemente, el cáncer es una de las principales causas de mortalidad y morbilidad en el mundo. Durante 2020, unos 10 millones de personas perecieron por esta causa, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Tan solo en el continente americano, se estima que 4 millones de personas fueron diagnosticadas en 2020 y 1,4 millones murieron por cáncer ese año.

Para disminuir esta nefasta tendencia, es vital la prevención. Por eso, es importante tener en cuenta la identificación de factores de riesgo tales como el alto consumo de carne roja, la dieta baja en frutas, alta en sal y baja en leche; el consumo de alcohol y de tabaco, el sedentarismo, la exposición a la radiación ultravioleta, entre otros. Así mismo, como señala la OMS, los chequeos médicos rutinarios son fundamentales para la detección precoz pues aumentan las posibilidades de tratamientos efectivos y, por supuesto, de la supervivencia de los afectados por la enfermedad. Es necesario que los jóvenes tomen conciencia de esta nueva realidad y cumplan los protocolos sanitarios de prevención del cáncer.