Educar para ser humanos
Columna publicada el 25 de agosto de 2024 en El Espectador
Al focalizar la mirada y los intereses de la sociedad en la eclosión de las tecnologías, las plataformas digitales, la inteligencia artificial y las redes sociales, que marcan la pauta en los desarrollos de las ciencias digitales, se observa cómo están promoviendo en los individuos antivalores como la superficialidad en las relaciones interpersonales, aislamiento social, depresión, disminución del rendimiento educativo y laboral, abandono escolar y limitaciones para iniciar relaciones personales, entre otros aspectos negativos. Transitamos por una especie de marginación del humanismo, en especial, en campos tan trascendentales como la educación y la cultura.
Es claro que cada momento de la historia representa retos distintos para quienes los viven, pero, hoy, el sector educativo enfrenta el gran riesgo del mal uso de la tecnología que coadyuva en la deshumanización, el facilismo formativo, el aislamiento social, etc., evidenciados en el bajo rendimiento educativo, el desinterés por el pensamiento crítico, la indiferencia frente a las necesidades de los demás, el avasallamiento de nuestro hábitat y el abandono de los valores humanos. La facilidad con que las herramientas tecnológicas simplifican las responsabilidades cotidianas y cambiaron las maneras de abordarlas, encamina al ser humano hacia el menor esfuerzo en tareas tan simples como, por ejemplo, una suma de dos dígitos, para lo cual niños y adultos se ven obligados al uso de calculadora.
En un cuestionamiento a la crisis de valores, el filósofo neerlandés Rob Riemen alude al concepto de la “estupidez organizada” para señalar (en entrevista con La Nación, de Argentina), que “ya no hay más cultura. Ya nadie quiere creer en el alma. Ya nadie habla de sabiduría. Y es el mundo del humanismo el que ofrece el centro para evitar el fanatismo y cualquier forma de extremismo”. A su juicio, vivimos en una sociedad muy materialista, que siempre quiere más y solo valora el éxito, por ello, poco le interesan los acontecimientos que construyen humanidad.
Esta preocupación también es abordada por el filósofo español Emilio Lledó, quien, en su libro ‘Sobre la educación. La necesidad de la literatura y la vigencia de la filosofía (2018)’, advierte que es tal el poder de los medios digitales que han llegado a dominar el territorio de la información y la comunicación, que, si bien representan un avance, han producido una gran influencia sobre el “indefenso y cegado consumidor”.
“Creo que los términos cultura, política y educación abordan cuestiones esenciales para el desarrollo de la vida humana (…) En los momentos más intensos y creativos de la humanidad, estas palabras han alentado a los que creían que vivir era algo más que someterse al imperio inevitable del egoísmo con el que se nos lanza a la difícil tarea de durar en el tiempo y, en muchos casos, a dominar o manipular a los otros”, expone Lledó.
Vale la pena el análisis y la reflexión acerca del papel de las instituciones educativas en este tiempo, como formadoras del talento humano para tareas específicas demandadas por la sociedad, apartando, muchas veces, la pertinencia del fomento del lenguaje, de la lectura, la literatura, la filosofía, la riqueza cultural de los pueblos y los valores humanos, como instrumentos contra la degeneración social, el consumismo, la sobreinformación y la desinformación, entre otras desafiantes situaciones. El enfoque humanístico debe acompañar siempre los procesos de enseñanza y aprendizaje, moldearlos, guiarlos y sustentarlos, para la supervivencia ?valga la redundancia?, de nuestra amenazada esencia humana.
