Columna publicada el 30 de abril de 2023 en El Espectador
El advenimiento de herramientas de inteligencia artificial (IA) como el sistema ChatGPT, modelo de lenguaje que produce contenido, interactúa y responde preguntas de manera coherente, que logró más de 100 millones de usuarios a seis meses de su lanzamiento, y otras como los softwares para modificar o crear imágenes realistas (Midjourney, Dalle-2, etc.), está suscitando un profundo debate frente a su uso, especialmente en los campos de las ciencias de la educación, la pedagogía y, por supuesto, la ética, la integridad del proceso académico, la autoría intelectual y la creatividad. La desinformación, los plagios y la circulación de contenidos falsos, entre otros, son algunos de los riesgos advertidos.
Por ello, más de 1.000 expertos tecnológicos y académicos del mundo, incluidos Elon Musk, Yoshua Bengio, Stuart Russell, Steve Wozniak y Yuval Noah Harari, suscribieron una carta abierta pidiendo a los laboratorios de IA que detengan, durante al menos seis meses, el entrenamiento de sistemas de IA más potentes que el GPT-4, cuestionando el hecho de que “se están volviendo competitivos para los humanos en tareas generales”. Según expusieron: “La investigación y el desarrollo de IA se deben reenfocar en hacer que los sistemas de vanguardia sean más precisos, seguros, para implementar protocolos de seguridad de forma que los sistemas sean interpretables, transparentes, robustos, alineados, confiables y leales”.
Este panorama implica un reto de grandes proporciones para la educación superior, ante lo cual, la respuesta no puede ser dejarse arrobar ni avasallar por las herramientas de la IA, ni mucho menos permitir que subyuguen y limiten la formación educativa, pero, tampoco, rechazar ni tomar distancia de estos poderosos medios tecnológicos, que cambiarán drásticamente las dinámicas pedagógicas en el aula y, por supuesto, deberán integrarse a la academia, conociendo sus capacidades y limitaciones y asumiéndolos como importantes asistentes que aportan gran data, agilizan la programación y permiten acciones innovadoras. Será imprescindible transversalizar la formación del pensamiento crítico y el enfoque humanístico de la educación, con un intenso proceso de alfabetización digital.
Es destacable que las instituciones y los actores educativos han empezado a adentrarse en la discusión e idear estrategias para asumir tan desafiante escenario global. Entre estos esfuerzos destaco el seminario interactivo de Unesco-Iesalc “ChatGPT, inteligencia artificial y educación superior” y la difusión de una guía rápida sobre los usos de esta herramienta en particular. “Adaptarse a la educación superior en la era del ChatGPT también exige que las IES presten atención a su papel en la creación de la capacidad para comprender y gestionar al ChatGPT y la IA. Esto debe equilibrarse con la comprensión de que, al menos por ahora, ChatGPT no puede sustituir a la creatividad humana y el pensamiento crítico y es en estas fortalezas que la educación superior ha florecido”, se indica en el texto.
A la educación superior le corresponde ver la inteligencia artificial como un medio valioso para promover y potenciar la experiencia de la enseñanza y lograr mayor impacto en el proceso de aprendizaje y, por ello, motivar la valoración del conocimiento como medio para consolidar al ser humano como ser social, ciudadano prestante y culto. La formación de una ciudadanía crítica con capacidad para desglosar contenidos, que verifique la veracidad de la información y reflexione: todo ello es perentorio.
